Los submarinos
son capaces de subir y bajar en el agua hasta quedar ocultos por el mar. Son
difíciles de detectar y se requieren aparatos como sonares para localizarlos.
Su gran ventaja frente a otros navíos es que pueden sumergirse para después
reaparecer.
Esto lo logran
al controlar su propia flotabilidad, que es la capacidad de un objeto de flotar
en un fluido menos denso que sí mismo. Los submarinos suben y bajan en el agua
al cambiar su densidad –cantidad de masa contenida en un volumen
determinado– para, en turnos, ser más o menos pesados que el agua.
¿Cómo lo hacen?
Los submarinos logran agregar o sustraer peso sin cambiar su tamaño gracias a
que en sus puntas poseen tanques especiales llamados lastres. Cuando el
vehículo está sobre el agua posee flotabilidad positiva, pues estos espacios
están llenos de aire. Al contrario, cuando el submarino necesita sumergirse,
esos tanques se llenan de agua salada haciendo que se vuelva más denso, pierda
su flotabilidad positiva y se sumerja. A esto se le conoce inmersión.
Para subir otra
vez (emersión), las aletas del submarino se acomodan para apuntar hacia la
superficie y el agua del lastre es expulsada gracias a la fuerza de aire
comprimido. Esto reduce su densidad y el navío vuelve a flotar.
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